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sábado, 21 de septiembre de 2019

Gerald Goetting y Manfred Gerlach en Venezuela







Entre los regímenes de la Europa comunista había variaciones latentes, mientras algunos lograron tener algún tipo de autonomía y una deriva propia como la Yugoslavia de Tito, otros fueron satélites perfectos de la vieja y estalinista Unión Soviética...algunos por elección, otros como Checoslovaquia y Polonia con tanques de por medio. 
Una de las particularidades de la Alemania comunista o RDA, era que no funcionaba formalmente como régimen de partido único, si no que los viejos partidos democráticos, la CDU y el partido liberal, fueron incorporados al sistema y convivieron sin estorbar con el partido socialista unido (el parecido con el nombre chavista PSUV no debe ser un accidente). 
Tras la caída del muro de Berlín, los regímenes no democráticos mutaron en muchos países del mundo, abandonando el viejo estalinismo y las clásicas dictaduras militares, así surgieron los que se llamaron ¨neoautoritarismos¨, sistemas surgidos en muchos casos de las elecciones libres o parcialmente libres, pero con derivas autoritarias. Putin, Fujimori y el temprano Chávez son los ejemplos más claros. 
Fueron y son, lo que Steven Levitski definió como autoritarismos competitivos, en los cuales el poder se concentra y favorece el sostenimiento del gobierno en manos del mismo líder o grupo, pero se mantienen algunas instituciones, sobre todo las elecciones como fuentes de legitimidad, aunque con todos los vicios derivados de una elección sin libertades plenas. 
Así iba Venezuela, hasta que dos eventos, la muerte del líder carismático y la quiebra total de la economía socialista, hundieron el sistema competitivo, pues el chavismo se dio cuenta que cualquier margen de competitividad los iba a llevar a perder la elección y el poder. Desde ese momento la nomenklatura del régimen ha estado dirigiendo el país en un modelo que mezcla elementos de las dictaduras en estados fallidos y el totalitarismo (aunque parezca contradictorio). 
Sin embargo la oposición logró convertir el último espacio institucional que les quedaba, tras la última elección competitiva, en un espacio para la lucha fáctica por el poder, así la AN nombró a Guaidó presidente interino con poder simbólico e internacional, poniendo en jaque la legitimidad del régimen durante el 2019. 
Ante este nuevo escenario, el chavismo ha recurrido a una táctica que ya había intentado en el pasado, pero que hoy les es urgente, la construcción de una oposición dentro del sistema, inspirados quizá en el modelo RDA, o en la posición del Partido Comunista hoy en Rusia, le han dado piso instituido (mesa de diálogo) a una oposición a modo, plegada a sus intereses, para insertarla en el sistema y desmontar la institucionalidad de la oposición real y su poder simbólico. La idea final no es otra que convocar elecciones pseudo competitivas para la AN, desmontar el sustento legal de Guaidó, dar espacio a la ¨nueva oposición¨ en ese parlamento e incluso en el poder y así superar la crisis de poderes actual y sobre todo sus efectos internacionales, puesto que internamente el país parece controlado. 
Si lo logran, a la historia pasarán los Eduardo Fernández, Timoteo Zambrano, Henri Falcón, Felipe Mújica y compañía, quienes se convertiran en los Gerald Goetting y Manfred Gerlach de Venezuela, son esos los nombres de los cabezas de los partidos en la RDA que estuvieron sosteniendo el régimen de Honecker traicionando sus ideales, con los años Gerlach jugó un papel de rebelde en el sistema que quizá sirvió a la democracia, pero esa es otra historia. 
(Este artículo está basado en las reiteradas alusiones que sobre el paralelismo con la RDA del sistema venezolano hace  Georg Eickhoff, quien dirigió la KAS en nuestro país, gracias por la inspiración)


viernes, 1 de febrero de 2019

Los peligros estratégicos hoy en Venezuela


En los últimos días sectores importantes de la diáspora venezolana, de los analistas en el país y de la opinión pública en general han concentrado su mirada en torno a la intervención militar norteamericana, con socios hemisféricos, los movimientos que la anuncian, las posibilidades de su realización y el momento del enfrentamiento. 
Si bien el constitucional acuerdo que ha llevado a Juan Guaidó a asumir la presidencia interina, los efectos internos y diplomáticos de esta medida, así como la crisis humanitaria que vive Venezuela y los nexos del régimen usurpador con el narcotráfico y el terrorismo internacional, justifican en su conjunto la posibilidad de una intervención militar a Venezuela, no es cierto que este sea el paso próximo, único, ni mejor, tampoco el más rápido para la salida de Maduro. 
La presencia en la Casa Blanca de un entorno de halcones y del sector más duro del partido republicano ha sido una buena noticia para la lucha democrática venezolana, quienes allí están conocen los efectos históricos de la estrategia blanda frente al régimen cubano y la efectividad de las medidas de presión contra regímenes similares, por eso los pasos dados para el cerco financiero del régimen madurista y el reconocimiento a Guaidó han sido rápidos y efectivos. Cuando este sector habla de todas las opciones sobre la mesa está claro que no es un bluff más, si no el manejo estratégico de opciones militares para poner en jaque al gobierno madurista. 
Quienes revisen el historial de USA y la OTAN en casos comparables, verán que la intervención masiva es solo una última opción, en la cual el bloqueo marino, aéreo, bombardeos selectivos e intervenciones comando para casos puntuales han sido previas o únicas opciones para forzar desenlaces. 
El primer peligro de la posibilidad de invasión ya lo estamos viviendo y es el resultado de los mitos históricos de la opinión pública internacional, la izquierda global (pero anti globalista) usa la amenaza como una excusa para acusar una estrategia anti madurista de ¨imperialista¨ también para plantear diálogos extemporáneos que solo sirven como tácticas dilatorias en beneficio del régimen. 
Un segundo peligro de la amenaza de intervención militar es que está ejerciendo en sectores importantes y puede ejercer en la población venezolana un efecto de relajamiento concentrado en el locus externo que caracteriza cierto comportamiento psicosocial del venezolano, la misma esperanza en el mesías que esperó todo de Chávez ahora espera todo de los marines, enterrando la necesidad y responsabilidad de acción conjunta de los venezolanos y sus sectores para resolver la crisis de manera nacional.  
La estrategia hoy en pie, que ha puesto en jaque al régimen madurista, no es el resultado de una planificación de la CIA ni de Donald Trump, el camino recorrido desde el desconocimiento de las elecciones del 20 de mayo hasta la juramentación de Guaidó, ha sido el resultado del debate interno, la guía de figuras como Leopoldo López y el trabajo internacional de Julio Borges y otras figuras opositoras, el convencimiento de que con el motivante indicado, la salida de Maduro, y el blindaje institucional necesario a través del 233 de la CRBV, los venezolanos en las calles y la comunidad internacional volverían a ser los actores necesarios para enfrentar al chavismo en el poder. 
 El primer y principal sostén de la figura presidencial de Juan Guaidó no es el reconocimiento internacional, es el apoyo de una población que ha despertado en su capacidad de acción, que al mismo tiempo llena las autopistas del país en marchas pacíficas como arriesga la vida en protestas rebeldes en los barrios populares del oeste de Caracas. Sin embargo, todas las posibilidades de lucha y acción de esta mayoría social abrumadora y resteada no se han usado aún. 
Muchas formas de lucha no violenta y de rebelión popular pueden aun ser armas de la mayoría libertaria del pueblo venezolano, que puede caer en la inacción o la esperanza vana si concentra todas sus expectativas en una intervención militar internacional salvadora que no está planteada para ¨mañana¨. 
Tampoco es momento de descartar el pronunciamiento militar nacional, los contactos con los oficiales institucionales son reales, la presión que puede ejercer una protesta nacional masiva que aún no se da también es posible, así como el descontento interno en los verdes, la pobreza de las tropas y el temor que la posibilidad de una intervención internacional, a sabiendas de la falta de apresto operacional genera en los militares venezolanos. 
La diplomacia juega también un rol no militar, el cerco financiero, la falta de reconocimiento y la necesidad de sobrevivencia política del chavismo puede llevar al régimen en una epifanía a ceder a la realización de elecciones libres, en el marco por supuesto de la propia amenaza militar internacional que no podemos descartar. 
Entonces por qué concentrar las expectativas en una intervención que no es hoy el camino más claro y que pudiera generar innecesarias muertes en el país. No hay una razón lógica para la mono estrategia, la intervención debe ser vista como una opción última, complicada y en el mediano plazo de la crisis, a la cual llegar si fracasan las muchas variables a trabajar en los próximos días. 

domingo, 20 de enero de 2019

De la esperanza y la estrategia

El último semestre de 2018 fue quizá, en el ánimo y la organización ciudadana de los venezolanos, el peor momento de la resistencia ante el régimen chavista. Las elecciones fraudulentas del 20 de mayo, con su cuota de traiciones incluida, la disolución en la nada de la MUD y el parto fallido del Frente Amplio, en el marco de una hiperinflación que llegó a récord históricos y la diáspora de la población llegando a cifras de 5 millones de ciudadanos (7 u 8 millones durante todo el chavismo) fueron el contexto sociopolítico de meses más que negros para un país que solía ser alegre y positivo.

Algunos de los amigos de la primera oleada de la diáspora, en sus regresos a Venezuela, narran la más triste de sus impresiones: la percepción de una sociedad y su gente en la inercia y la desesperanza, muchos definieron con el calificativo terrible de zombis, es el mismo efecto que muchos leímos en Milan Kundera y su Insoportable Levedad del Ser, en el mismo marco de un totalitarismo socialista.
Sin embargo, la construcción de una narrativa que condujera a la reactivación de los venezolanos ya tenía una fecha, el 10 de enero de 2019, vista como el consenso entre quienes han visto la presidencia de Nicolás Maduro como ilegitima por meses (o años) y quienes necesitaban un acto más, en este caso las fraudulentas elecciones del 20 de mayo y sus efectos en el periodo presidencial, justamente a iniciarse en esta fecha simbólica. Los inicios de la construcción de esta narrativa giran en torno al mismo 20 de mayo, cuando lo que quedaba de la vieja MUD, incluyendo los blandos de UNT y AD, se resistió a ir a unas elecciones amarradas por el gobierno y el trabajo de lobby internacional, encabezado por figuras en el exilio como Julio Borges hicieron que los gobiernos de muchos países, cercanos e importantes, así como de organizaciones internacionales, no avalaran esos comicios y sus resultados.
Aunque el Frente Amplio pudo ser y no fue, en su fallida estructuración tuvo un éxito, el llamado al 10 de enero y la concentración de las esperanzas nuevamente en la única institución elegida por el pueblo y con total legitimidad, la AN. Pareciera así mismo que el lamentable bajón comunicacional y de acción que fue la presidencia de Omar Barboza, sirvió para que la presencia de Juan Guaidó, su antítesis en todo sentido por joven y miembro de un partido menos blando, reconectara a la AN con una ciudadanía que prácticamente la había olvidado.
Quienes criticamos tácticas y estrategias erradas, desfasadas o fuera de tiempo durante los últimos años, precisamos bastante que superada la necesidad de la construcción de una mayoría social y ante la crisis de liderazgos (motivadores), el único motivante válido para despertar el accionar de la ciudadanía era la posibilidad del cambio de régimen. Era un error seguir hablando de condiciones, reivindicaciones sociales o de forma, era necesario responder al único anhelo de la gente, el cambio. Los profetas del desastre decían que la sociedad se había adormecido para siempre y no entendían que necesitaba una motivación real para despertar.
Decisiones correctas: Juan Guaidó en la AN y la narrativa de desconocimiento del régimen a partir del 10 de enero y el camino a la transición, vía presidencia interina derivada del 233.
A partir de allí se ha iniciado un camino de decisiones, tácticas, armados y estrategias contradictorias, asumir el camino de la transición forzada es desde luego asumir el camino del conflicto, escenario que no parece agradar a todo el liderazgo opositor. Juan Guaidó y la AN han estrechado su propia ruta al tomar la única senda que parecía lógica, siempre a su manera, hablamos del desconocimiento institucional a Maduro y el llamado al despertar de la sociedad en la calle para reclamar sus derechos.
Dudas desde el primer inicio sobre las razones del presidente de la AN y de la dirección política de la oposición para prolongar hasta la fecha simbólica del 23 de enero el primer gran llamado a la reacción popular, también dudas sobre el momento idóneo para la juramentación del presidente interino. Desde el momento en que se supo que la AN había optado por la ruta de la ruptura, también se tuvo conocimiento del debate interno que empujaba a los factores dialogantes, blandos o simplemente cohabitadores para tratar de frenar la decisión.
Ante la fecha del 23 se temía que ese liderazgo y la AN no llegaran a la fecha, incluso se pensó en lo peor cuando en su ruta al litoral central Guaidó fue detenido por el Sebin, era dar demasiado tiempo para frenar el proceso en marcha, aparentemente las contradicciones internas y la debilidad del régimen es superior a lo que se preveía, el presidente de la AN fue liberado y el 23 de enero se acerca con el régimen a la defensiva.
Sobre la juramentación pareciera que su momento es resultado de esta misma táctica, ningún sentido hacerla el 10 o días posteriores si el llamado era para el 23, pero pocas razones para prolongar esta decisión, aunque no su formalidad, luego del día simbólico. Ante una sociedad que debe asumirse en rebelión y a un mundo que necesita interlocución ante el desconocimiento a Maduro, Guaidó está más que obligado por las circunstancias y la historia a asumir personalmente el 233, más allá de lo legal, es un hecho simbólico determinante en la narrativa hoy armada.
En el ínterin la oposición ha desplegado en todo el país un sorprendentemente exitoso planteamiento de cabildos abiertos, que han recuperado en voz de los diputados la conducción de la masa opositora, pero sobre todo han activado la calle para la ciudadanía nacional, desde La Fría en Táchira hasta San Carlos en Cojedes han sido un éxito de participación y despertar social.
Este camino ha convertido a Guaidó en una encarnación de la esperanza y al 23 en una fecha de expectativas altísimas, tan es así que un cúmulo de voceros, entre blandos, cohabitadores y simplemente comedidos, han empezado a repetir que no es ¨la fecha de la caída¨ ni la batalla final.
¿Qué esperar entonces del 23 de enero? Por lo visto una convocatoria masiva de la gente de Caracas y todo el país, un pueblo en la calle.
Pero también una serie de acciones y decisiones políticas y comunicacionales que escalen el conflicto con miras a la transición. Hasta hoy es claro que la yunta liderazgo (Guaidó), institución (AN) y pueblo, son las armas de la oposición para forzar el cambio, esperar mucho más de variables que no se controlan, como la Fuerza Armada, las decisiones internacionales, o la ruptura interna de la coalición gobernante, no es estratégico ni inteligente, lo que hagan las FFAA, los países del mundo y el propio chavismo dependerá de la firmeza y la fortaleza de la yunta Guaidó AN pueblo.
Decir que el 23 de enero es la batalla final es una mentira, decir que no será la batalla final puede serlo también, el 23 de enero lo que no puede ser es una marcha más, con canciones y discursos de tarima, con un vuelvan a sus casas. Tampoco puede ser un evento blando si la represión es desplegada, no debe haber un llamado al repliegue ciudadano. El 23 de enero, si la masa social es la esperada, el presidente de la AN está obligado por su propio discurso, acciones y estrategia, a asumirse en líder de la transición y a llamar a la sociedad a mantenerse en rebeldía para lograrlo. El golpe a la moral de venezolano y a su propia estrategia de plantear ¨una manifestación más¨ puede ser peor que el del 20 de mayo.