Si algo no tiene hoy la oposición
venezolana es un criterio unitario, mucho menos una unidad practica en los
hechos y las acciones. Enfrentar desde esa dispersión política, estratégica y
pragmática un régimen totalitario como el de Maduro, aunque esté en sus horas
más bajas económica y socialmente, no es de ningún modo el escenario ideal.
Obviando a la resistencia anónima,
Oscar Pérez, los sectores alrededor de Nixon Moreno y Caguaripano, quienes
representan la rebelión en la clandestinidad, armada o en búsqueda de armas, al margen de la
ley y con objetivos más militares que políticos, la oposición pareciera tener
hoy dos grandes grupos, aunque con notorios subgrupos.
En el primer grupo podemos ubicar
a la Mesa de la Unidad, el sector
comprendido por los grandes y medianos partidos, con una estrategia centrada principalmente
en lo electoral, quienes llevan en su espalda la victoria de las parlamentarias
y las derrotas de las regionales y municipales, además del fracaso de la
convocatoria a RR. Es este sector además el que con sus subgrupos ha dirigido
la AN, el principal órgano de poder público en manos de la oposición, con los
altibajos que en opinión de la sociedad ha tenido esa gestión hoy en su mínimo nivel
de aprobación.
En el sector “Unidad” no hay hoy
la más mínima unidad real, el país entero o grandes sectores desconfían de
algunos de sus actores: especialmente de Manuel Rosales, visto como una ficha
al servicio del gobierno; de Henri Falcón , de quien su posición intermedia y
su cercano pasado chavista generan falta de credibilidad; de Henry Ramos Allup,
el más conspicuo electoralista a quien se acusa de negocios familiares con el
chavismo, así como de desmontar el apoyo a las protestas y el referendo
revocatorio; y Julio Borges, actual presidente de la AN, uno de los defensores
permanentes del dialogo y además permanente “pacifista” en su visión de la
lucha democrática. Son estos los principales voceros de los partidos unitarios.
Otro tanto sucede con Voluntad Popular, pues después de representar el
radicalismo en la MUD, sus voceros Luis Florido y Freddy Guevara han sido los defensores más
públicos del “dialogo” perdiendo conexión con sus propias bases.
Otros líderes, los principales,
son Leopoldo López y Henrique Capriles, enfrentados previamente por sus
aspiraciones presidenciales y por el momento de las protestas allá en el lejano
2014, hoy inhabilitado uno, en la cárcel el otro, son una sombra de lo que
fueron, desgastados por el fracaso de sus propuestas, han perdido enganche con
una sociedad que les recrimina a ambos la inacción. Su caída representa la
mayor crisis del liderazgo opositor, una caída que nadie cobra y de la cual
nadie se beneficia, pero que muchos enemigos internos impulsaron, su vuelta a
la palestra y a la calle podría devolver “carisma” a la vieja oposición.
Las elecciones regionales y
municipales crearon nuevas divisiones y nuevos liderazgos (o resurgir de
liderazgos), mientras algunos, el más viejo electoralismo acusado de
cohabitador por los radicales, recriminaba la derrota a la abstención y se
plegaba (juramentaba) a la ANC, otros denunciaron el fraude, la inmoralidad de
aceptar a la constituyente ilegal y el robo en sus estados.
Laidy Gómez , gobernadora del
Táchira, ha sido la cara del electoralismo adeco, juramentada con orgullo ante
la constituyente, dialogante con PDVSA y Vice Presidencia por presupuesto y
problemas fronterizos, su gestión es la cara de lo que “se puede hacer” más
alejados del radicalismo.
En frente quedan PJ, Juan Pablo
Guanipa y Andrés Velásquez; el partido amarillo y negro, más en voz de Tomás
Guanipa y Capriles que del siempre moderado Borges, denunció el masivo fraude
electoral de las regionales, auspició la no participación en las municipales y
continua aplaudiendo la decisión de Juan Pablo Guanipa, gobernador electo del
Zulia, de no juramentarse y así plantar cara a la ANC. En la misma línea Andrés
Velásquez y su partido la Causa R, demostraron con actas el robo en su estado y
se convirtieron en una voz nacional contra el CNE y la imposibilidad de una vía
electoral en ese contexto.
Esta diversa oposición
electoralista y dialogante tiene hoy varios retos y deberes por cumplir, el
primero es lograr algo o retirarse dignamente del dialogo, con el peso de
volver a dejar la sensación de que el mismo no ha sido más que una estrategia
para ganar tiempo del régimen. Solo un cambio real en el CNE y las condiciones
electorales, así como la liberación de los principales presos políticos, sin
reconocimiento a la ANC, podría significar una victoria del diálogo.
El segundo reto del electoralismo
es la elección de la nueva directiva de la AN, si esta queda en manos de un “rayado”
Timoteo Zambrano, o de un frio Enrique Márquez, dentro del pacto político con
UNT, el poco prestigio y apoyo de la AN caerá totalmente y su poder se verá
reducido a la nada histórica, si por el contrario se elige otra opción dentro o
fuera de ese pacto, que le pudiera hablar al país, podría relanzarse como gran órgano
de la democracia venezolana.
El tercer y no menos importante
reto de la “Unidad” es la elección de un candidato para las presidenciales que
se rumora el régimen convocaría en el corto plazo, elección que debe hacerse en
primarias abiertas, siendo además una oportunidad para sumar y comprometer a
sectores que no validan hoy esa ruta o no están en la unidad, entre ellos María
Corina Machado, Antonio Ledezma y Lorenzo Mendoza.
María Corina Machado y Antonio
Ledezma son las caras tradicionales y visibles de la “otra oposición”, llamada
hoy Soy Venezuela, que suma muchos actores y organizaciones de lo que ha sido
llamado el “radicalismo”, una oposición que no cree en la ruta electoral y
plantea por lo tanto diversas opciones distintas para salir del régimen
totalitario chavista. Esta oposición no tradicional bebe de las aguas del
radicalismo temprano, aquel que logró la caída de Chávez un 11 de abril y poner
en jaque al régimen durante el paro petrolero, así mismo tiene a su favor haber
acertado mucho más temprano en el diagnóstico del gobierno: “dictadura
totalitaria”, sin embargo carga con el fracaso por extemporáneas de las
protestas y barricadas del 2014 y especialmente con el poco apoyo social y
conexión de sus liderazgos al día de hoy.
Conviven allí actores aún más
radicales, como Juan Carlos Sosa Azpurua, quienes estuvieron siempre afuera de
la oposición tradicional, sumar estas personalidades y organizaciones es uno de
los mayores éxitos del antes siempre disperso radicalismo, que ahora si se
convierte en una voz real a ser tomada en cuenta por la sociedad y el resto de
actores políticos.
Sosa es por cierto el padre de
una propuesta que ha reavivado el debate en Venezuela al haber sido planteada
por el economista de Harvard Ricardo Hausmann, la de nombrar un gobierno en el
exilio (interno o externo) y llamar a una coalición internacional a reponer el
orden y la democracia en el país. Esta propuesta no es, a pesar de lo que dicen
juristas e intelectuales del electoralismo inviable legalmente, por cuanto el
propio electoralismo nombró un TSJ (hoy en el exilio) que junto con la AN
(opositora) podría tomar esas acciones.
Donde sí hay debate es en la
viabilidad y la moralidad de esta propuesta, nada pareciera indicar que Estados
Unidos, Europa y los demócratas latinoamericanos estén en planes de organizar
una fuerza militar para intervenir en Venezuela, aunque los llame el propio arcángel
Miguel. Sin embargo llama la atención la posición patriotera, come flor y ultra
pacifista de algunos políticos e intelectuales escandalizados, como si
Venezuela no estuviera ya intervenida por Cuba, económicamente por China y
Rusia…además de sometida a un régimen totalitario que no respeta ddhh y del
cual nuestros conciudadanos huyen por millares.
Este comeflorismo en el que
destacan las opiniones de personajes importantes como la periodista Blanca Vera
Azaf así como la internacionalista Maruja Tarre, es el mismo que se
escandalizaba por las barricadas de la guarimba, que no cree en ninguna opción
que no sean elecciones y que pretende santificar el ejercicio de la política,
aun cuando el enemigo sea el mismísimos diablo. Es un sector que olvida el éxito
y la obligación de todas las salidas de fuerza de la historia, desde la
revolución francesa a nuestra independencia y que aún no entiende el fracaso de
Chamberlain ante Hitler. Aunque inviable hoy, la propuesta de Hausmann pone en
el tapete el compromiso moral de los ciudadanos y la dirigencia en Venezuela,
el qué están dispuestos a sacrificar por la libertad.
Soy Venezuela tiene sin embargo
hoy también sus retos como organización de la oposición radical, el primero de
ellos es conectar con la sociedad y especialmente con las bases desfavorecidas,
por más que One Chot o Julio Jimenez ( @JulioCoco) se parezcan a la sociedad
diversa de Venezuela, ni la organización ni el discurso está subiendo cerro,
creando redes ni generando esa protesta social que tanto se espera, si los
radicales no logran sacar a la gente a protestar, de nada les vale decir que la
protesta es una vía.
El segundo reto es reencontrarse
con l vía electoral, llamar a la abstención en unas primarias y unas
presidenciales es bastante iluso, pues aun creyendo que sea una vía cerrada, es
bien sabido que un fraude masivo en unas elecciones nacionales puede ser una
vez más el disparador de la protesta necesaria. Un tercer reto es crear vasos comunicantes
con los aún más radicales, aquellos que creen en la vía de fuerza y la están
impulsando, sin perder la legalidad se puede ser la voz pública de aquellos que
luchan en la clandestinidad.
El drama de Venezuela es que
todas estas agendas son paralelas y sin embargo no están coordinadas, que sigue
el dialogo, la AN elegirá directiva, habrá elecciones, las protestas sociales
continuarán, quienes se levantan en armas lo seguirán haciendo y mientras tanto
la sociedad sigue sin reconocer a un liderazgo ni a una organización como el
reflejo de sus anhelos, la desconexión es total, a pesar del más de 70% de
rechazo al gobierno chavista. A lo lejos se asoma la esperanza de la
candidatura independiente de Lorenzo Mendoza, inscrita en una especie de via
electoral alterna, que no sabemos si tiene consciencia del momento real de la
política nacional, donde no solo se trata de ganar elecciones y ser candidato.
Sin embargo su figura fresca, exitosa y honesta parece levantar más pasiones
que todo el establishment junto.
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